¿Finlandia y Suecia a la OTAN?


La opinión pública en Finlandia y Suecia, hasta la invasión de Rusia a Ucrania, en su mayoría estaba a favor de mantener la neutralidad y no unirse a la Alianza defensiva del Atlántico Norte. Sin embargo, todo indica que es cosa del pasado, frente a los vejámenes y la ofensiva destructiva iniciada el 24 de febrero contra el pueblo y la infraestructura ucraniana. De hecho, entre los finlandeses y suecos se está generalizando la creencia que si Vladimir Putin puede incurrir en un fratricidio, como lo está haciendo ahora en Ucrania, no habrá absolutamente nada que le impida hacerlo en sus países. De ahí el aumento en sus presupuestos de defensa para este 2022 y el incremento del gasto militar por encima del 2% en los próximos años.

Lo anterior no es de poca monta y resulta entendible que, ante la gravedad de las circunstancias que rodean la invasión, tanto Finlandia como Suecia no se sienten seguras en sus propios territorios con el impredecible vecino ruso. De ahí que la desconfianza e inseguridad se haya apoderado de las esferas gubernamentales y, sobre todo, de sus habitantes. Por tanto, ha comenzado a cobrar fuerza la posibilidad del ingreso de los dos países a la OTAN, a sabiendas que las relaciones con el Kremlin ya no podrán ser iguales. Al mismo tiempo, surge la necesidad de prepararse para salvaguardar la propia integridad territorial, en caso que a Rusia se le antoje invadirlas.

La actitud estratégica que están adoptando Finlandia y Suecia estimulan posturas similares de otros países y, de alguna manera, corrobora las apreciaciones del Departamento de Defensa de Estados Unidos, al señalar que la invasión rusa a Ucrania constituye un gran error estratégico que solo ha servido para revitalizar y unificar la alianza de la OTAN, lo que conllevaría a su ampliación y consabida expansión. En efecto, paradójicamente la demanda del presidente de Rusia, antes de iniciar la actual guerra, se enfocó en la exigencia que la OTAN detuviera su expansión hacia el este y dejara de admitir nuevos miembros, por cuanto amenazaba a la seguridad rusa. 

En consecuencia, lo que estamos viendo es que la guerra en Ucrania está produciendo unos efectos contrarios a los objetivos propuestos por Putin. En otras palabras, le está saliendo el tiro por la culata, con el incremento de tropas de la OTAN en su parte oriental, el aumento del apoyo que le proporciona a Ucrania y la llegada de nuevos miembros, si es que se materializa la postulación del ingreso de Finlandia y Suecia a la Alianza. Esta candidatura dependerá de los debates parlamentarios que se llevan a cabo, con fundamento en los informes de seguridad sustentados en inteligencia. También pesará  mucho el creciente respaldo popular de ambos países, cuya población hoy es mayoritariamente partidaria de ingresar a la OTAN.

Abundando en la opinión, es un secreto a voces que existe el beneplácito de la OTAN y Estados Unidos para que Finlandia y Suecia se unan al bloque, partiendo de la premisa que estos países tienen unas relaciones muy estrechas con la Alianza transatlántica, son sus aliados más cercanos y comparten una serie de valores, como los democráticos, al punto que han mantenido un fuerte intercambio de inteligencia desde que se inició la invasión rusa a Ucrania. Para Jens Stoltenberg, el secretario general, dichos países "pueden unirse fácilmente a esta alianza si deciden postularse, hemos trabajado juntos durante muchos años y sabemos que cumplen con los estándares de la OTAN en lo que respecta a la interoperabilidad y el control democrático sobre las fuerzas armadas". 

A todo esto, Rusia ha estado atenta y como ha sido su política, no considera a la OTAN una Alianza defensiva sino un instrumento de confrontación que genera desestabilidad a Europa. Por consiguiente, sus protestas han estado a la orden del día y los portavoces rusos se adelantaron a declarar que de darse la unión de  Finlandia y Suecia a la OTAN, el Kremlin tomará medidas para “reequilibrar la situación”. Así mismo, hicieron advertencias previas  sobre “consecuencias políticas y militares” si llegaran a unirse. Aún más, el jueves pasado, Moscú amenazó a los países nórdicos con desplegar armas nucleares cerca del mar Báltico, en el evento que Finlandia y Suecia se adhieran a la Alianza atlántica, apartándose así de cualquier estatus no nuclear en la región. En contra de lo anterior, la realidad es que para la comunidad internacional, Rusia ya tiene almacenadas armas nucleares en Kaliningrado, enclave fronterizo con Polonia y Lituania.

Es un hecho que Finlandia y Suecia mantienen una estrecha coordinación entre sí y que no han presentado sus solicitudes de ingreso a la OTAN, pero es una decisión que tomarán  de manera independiente, entre mayo y junio, según las recientes declaraciones de las primeras ministras Sanna Marin de Finlandia y Magdalena Andersson de Suecia. De concretarse las membresías, su inclusión representaría para la Alianza defensiva colectiva un fortalecimiento significativo de las capacidades militares. Esto es, en lo relativo al poder terrestre, naval y aéreo, con los modernos y avanzados aviones de combate que poseen, se doblaría de 1.300 a 2.600 kilómetros la actual frontera de la OTAN con Rusia, facilitaría las operaciones en el mar Báltico y pasaría de tener 30 a 32 miembros. 

No obstante, si deciden no ingresar, aunque parece poco probable, tendrán que estar muy preparados porque la situación reinante no es estable ni mucho menos segura, especialmente con la guerra en desarrollo y la incertidumbre a futuro. Para qué exponerse, si más del 60% de los ciudadanos finlandeses y suecos expresan temores, fundados en la invasión rusa como punto de inflexión. Además, Finlandia y Suecia, llevan años cooperando mancomunadamente con las tropas de la OTAN, sus soldados participaron en la operación de Afganistán y, desde 2015, están íntimamente ligados con Estados Unidos en programas de capacitación y equipamiento. Al fin y al cabo, no tienen nada que perder y mucho que ganar.

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