La doctrina “woke” en la contienda electoral colombiana

En su columna “Francia Márquez: ¿qué ancestros ni que ocho cuartos!”, del pasado 4 de abril en El Tiempo, Viviane Morales afirma que el discurso de la fórmula vicepresidencial del candidato Gustavo Petro “muchas veces poético, otras veces patético, es una caja de resonancia de la izquierda woke”. A la abogada, excongresista y primera mujer en haber ocupado el cargo de Fiscal General de la Nación, hoy dedicada a su vida privada, no le cabe duda sobre el fenómeno político que representa Francia Márquez y del liderazgo social, carisma e inteligencia que posee esta admirable afrodescendiente. 

Al mismo tiempo, sostiene que esa personalidad obliga a observar y escuchar cuidadosamente sus debates, discursos y trinos, “para descifrar el verdadero significado de su figura”. En tal sentido, el análisis de Vivian Morales parte de su convencimiento que el discurso de Francia Márquez se nutre de la ideología woke y divide, en la medida que su estrategia se empeña en “monopolizar el concepto de lo ancestral y la voz de las regiones olvidadas”, que “seguramente estamos todos los mestizos y colombianos”,  a la vez que acusa tautológicamente al Estado como el régimen opresor, causante de todos los males de los oprimidos y donde nada de lo realizado vale la pena ser reconocido. 

A juicio de la exfiscal, lo anterior se ha hecho evidente durante los debates en que ha intervenido, cuando habla del “Estado asesino de niños” o “policías entrenados para sacar ojos de nuestros jóvenes”. Además, frente a la deuda histórica cuando habla del racismo, nos pone como un sector opresor al que le cabe toda la culpa y “donde seguramente estamos todos los mestizos y colombianos”. A esto, se suma la intolerancia demostrada cuando cuestiona al coronel Esparza por hablar de racismo sin haber sido racializado, excluyendo así a los demás de la posibilidad de discutir ese tema. De manera similar al caso de las feministas, que si alguien “no está con el movimiento Me Too o no es abortista, entonces no se puede hablar en nombre de las mujeres porque le desconocen el derecho”.

Por todo lo dicho queda planteada la necesidad de profundizar sobre la cultura woke,  de manera que los colombianos puedan tener los elementos de juicio necesarios para develar relatos que entrañan velados intereses y fines electoreros. También, comprender cuándo y en qué circunstancias dicha ideología es abiertamente hostil a los principios rectores de la democracia, amparada en la interpretación acomodada de una realidad que desde la perspectiva opresiva, racial o de género, convierte los desacuerdos y desavenencias en peligrosas cruzadas contra el racismo, el sexismo y las propias fuerzas armadas garantes de la seguridad.

A manera de provocación y con la intencionalidad de ahondar en esta temática, comencemos por decir que el término woke es la forma en pasado de “despertar” en inglés y se popularizó fuera de la comunidad afroamericana con el surgimiento del movimiento social “Black Lives Matter o BLM” (Las vidas negras importan), iniciado en diciembre de 2014, tras los homicidios de Michael Brown y Eric Garner, que dieron lugar a protestas y disturbios en Ferguson, población de Misuri, y en Nueva York. Después de la muerte de George Floyd (mayo 2020), en Minneapolis, las manifestaciones populares se irradiaron a Europa y América Latina, abriendo paso a más protestas contra la brutalidad policial y el racismo, extendiéndose a reclamos por desigualdades sociales. Colombia no fue la excepción.

El movimiento woke lleva intrínseco el llamamiento a permanecer despierto, como se desprende de su palabra que se deriva del inglés vernáculo afroamericano. Esto es, estar despierto, consciente y atento, frente a las injusticias raciales y sociales que se presenten en el entorno circundante. Así pues, ser o estar woke significa “alerta a las injusticias y discriminaciones en la sociedad, especialmente en lo relativo al racismo” (Diccionario Oxford, 2017). Originalmente entre las comunidades negras de Estados Unidos, en la década de los 40, la palabra woke se utilizaba para referirse a la persona que despierta (wake up) a las cuestiones progresistas, y está alerta a las injusticias. Desde entonces, las comunidades negras se han apropiado de la expresión estar alerta (stay woke).  

El eje central de la teoría woke es  el paradigma de la identidad que nos configura políticamente y, por tanto, permite generar las políticas de identidad. Políticas que, de alguna manera, han desplazado las ideas de libertad o de compromiso político en los últimos veinte años. La cultura woke, como movimiento cultural, es una especie de control social que se ejerce para silenciar las opiniones que esta ideología considera inoportunas o inmorales con fundamento, principalmente, en el paradigma identitario o cualquiera otro de índole cultural. 

La incorporación de la teoría woke, también denominada teoría crítica racial o sexual o de género, en los programas académicos de las universidades norteamericanas, no implica que sea satanizada per sé. Pero una cosa es su enseñanza en el marco de la libertad de expresión y de cátedra, y otra forzar al cuerpo docente y estudiantes a adoptarla, bajo la amenaza soterrada de ser sindicados de racistas, como bien sostiene el profesor William Jacobsen de la Universidad de Cornell, con sede en Ithaca (estado de Nueva York). En otras palabras, aterrizar en un fundamentalismo identitario y hostilidad racial en los campus universitarios de Estados Unidos, llevando a la censura de los discursos de quienes no comulgan con la ideología de la cultura woke.

Una práctica común en los talleres antirracistas que son de obligatorio cumplimiento para los empleados de empresas, fundaciones o instituciones educativas estadounidenses, consiste en hacer que los blancos escriban extensas redacciones sobre los actos de racismo incurridos durante sus vidas; en tanto que a los negros, por el contrario, les corresponden escritos sobre los crímenes de los que supuestamente han sido víctimas.

Aún más, buena parte de esos talleres además de agobiantes, son muy agresivos, e incluyen interrogatorios y confesiones públicas que normalmente terminan en lágrimas de los asistentes. Así lo afirma Argemiro Barro, en el periódico neoyorquino El Confidencial, quien además agrega que “con algunas diferencias: a los negros se les permite llorar frente a los asistentes, mientras que a los blancos se les pide que, si van a llorar, salgan de la sala”.

Pese a que la crítica europea enfatiza que las ideas alrededor de lo woke nacieron en Estados Unidos y son importadas, paradójicamente, buena parte de ellas son heredadas de los pensadores posmodernos franceses Michel Foucault, Jacques Derrida y Jean-François Lyotard, entre otros. Cabe destacar que numerosos intelectuales negros y veteranos de los derechos civiles han sido críticos de esta ideología, debido a que suele caer en el estereotipo de considerarlos como seres humanos marginados, débiles e indefensos ante cualquier tipo de abuso.

En efecto, para la izquierda, woke es ser consciente de los privilegios de la clase opresora para combatir las injusticias sistémicas que afligen a los desfavorecidos. En cambio, para la derecha, woke es una nueva religión progresista que pretende vetar a todos los que no se adecúen a sus dogmas de reivindicación socio-cultural. (Doménech, 2021)

El problema de la ideología woke radica en que suele aplicarse peyorativamente por las izquierdas y derechas para el silenciamiento de sus opositores, sobre todo, cuando estos incurren en un comentario erróneo, mal interpretado o sacado de contexto, criticando los “excesos percibidos” a favor de la justicia social y racial. De ahí que ejerce una marcada influencia en las relaciones sociales y políticas a nivel mundial, continental y regional, con un objetivo propositivo o destructivo dependiendo de la intencionalidad manifiesta en su aplicación. 

Es decir, si su propósito se justifica en la causa por una genuina lucha contra las injusticias sociales o si se emplea para censurar, boicotear y avergonzar a los contradictores, en procura de una suerte de linchamiento social para sacarlos de circulación. En este caso, el woke se constituye en un peligroso movimiento que escudado en la defensa de la raza, el poscolonialismo y el género, representa un grave riesgo para los valores y la identidad de las naciones donde se implementa. Así las cosas, no se puede perder de vista que en las próximas elecciones lo que está en juego es el cambio del sistema político del país; en esencia, la democracia, la economía y las libertades. ¡OJO COLOMBIA! 


Publicada: 10 abril, 2022. Disponible en https://724noticias.com.co/2022/04/10/58545/

Comentarios

  1. Excelente apreciación mi Gral, queda claro que las tendencias ideológicas de la izquierda "son producto del reciclaje de tendencias foraneas". Ud de manera explícita nos actualiza y nos ubica en el acontecer político nacional, Felicitaciones. O.H.M.L.

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