La incógnita del nuevo presidente de Irán

 


En Irán, la antigua Persia hasta 1935, el ultraconservador Ebrahim Raisi tomó posesión ante el Parlamento como presidente para un mandato de cuatro años (2021-2025), en el que enfrentará numerosos desafíos internos y en el extranjero. La ceremonia se realizó el jueves 5 de agosto, después de ser ratificado en el cargo por el líder supremo del país, el Ayatolá Ali Khamenei, tras ganar en primera vuelta las elecciones presidenciales del pasado 18 de junio, con el 61.95% de los votos. Los comicios tuvieron una participación históricamente baja y fueron poco competitivos, al impedirse la presentación de los principales candidatos reformistas y centristas.

Raisi es el octavo presidente de Irán, luego del triunfo de la revolución islámica en 1979, la cual culminó con el derrocamiento del Sha Mohammad Reza Pahlavi y acabó su reinado iniciado en 1941; una autocracia respaldada por occidente. Al mismo tiempo, dio paso a la instauración de un sistema político teocrático con elementos democráticos, la república islámica de Irán, bajo la ideología establecida a instancias del Ayatolá Ruhollah Khomeini. Fundamentalmente, nuevas reglas cimentadas en los principios del islam chií, con prohibiciones estrictas a todo lo que conllevara la perdición de las personas e impidiera tener una vida divina después de morir. Si bien algunas reglas se han flexibilizado para la sociedad, el sistema político ha mantenido su esencia.

El nuevo presidente es ideológicamente afín y un aliado del Ayatolá Khamenei, líder supremo de Irán desde 1989, después de la muerte de su antecesor el Ayatolá Khomeini. En el discurso de posesión, Raisi reafirmó su voluntad de continuar apoyando las causas de los oprimidos y más débiles del mundo, en especial la lucha palestina. También, dar continuidad a su política de cooperación constructiva con otras naciones, avanzar en la política anticorrupción del gobierno islámico, reforzar la economía nacional para la inserción de más jóvenes en el mercado laboral y defender los derechos de todos, sin aceptar la injusticia en ninguna parte del planeta.

Además de criticar, demandó la inmediata derogación de las medidas coercitivas que Estados Unidos y la Unión Europea promueven unilateralmente contra el pueblo iraní, manifestando que si bien no dan resultados, tampoco ahorrará esfuerzos para avanzar en soluciones diplomáticas. Así mismo, censuró la injerencia externa en la región e instó a resolver los problemas de Oriente Medio por la vía del diálogo y defendió el programa nuclear pacífico iraní.

Cabe subrayar que en Irán, por mandato constitucional, la máxima autoridad no es el presidente sino el líder supremo. Para tal efecto, su responsabilidad es «Delinear la política general del sistema de la República Islámica de Irán después de consultar con el Consejo de Discernimiento de Conveniencia” (Art. 110, 1, Const.). En este sentido, el líder supremo es quien tiene la última palabra en los asuntos relevantes del Estado y, al fin de cuentas, siempre gana. De ahí que la política de Estado ha incluido el odio a Estados Unidos, un sentimiento antiestadounidense exacerbado, desde que se proclamó la República Islámica de Irán con el Ayatolá Khomeini.

Al respecto, es previsible que la gestión del presidente Raisi, de 60 años, tendrá el respaldo y aprobación del Ayatolá Khamenei, de 81 años, en tanto Raisi se perfila como el más probable sucesor del líder supremo, a la vez que sus ideas concuerdan con su pensamiento y el del poderoso e influyente clero persa. Así que su principal ejecutoria  debería centrarse en la recuperación económica del país, una prioridad cuya solución pasa por el levantamiento de las sanciones económicas impuestas desde la administración Trump, en 2018, cuando este decidió retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán.

Dicha decisión estuvo acompañada del señalamiento al régimen iraní de ser “el mayor patrocinador  de terrorismo”, por su apoyo y financiamiento a las organizaciones terroristas de Hezbolá, Hamás, Talibán y Al-Qaeda. Encima, la acusación de seguir enriqueciendo el uranio para la fabricación de misiles balísticos con ojivas nucleares.

Por consiguiente, pese a la retórica del discurso de posesión, se puede vaticinar que las relaciones de Ebrahim Raisi con occidente estarán enmarcadas por una política más difícil de manejar, comparada con la de su moderado antecesor, Hassan Rohuani, durante los ocho años de gobierno. A Rohuani se le adjudica como su mayor error, el plegarse a buscar soluciones con Estados Unidos y mejorar las relaciones con occidente, en detrimento de la relación con países como China, Rusia y los de América Latina, entre otros.

En contraste, el presidente Raisi está a favor de una economía revolucionaria que no se basa en la relación con EEUU y la UE, sino que pretende abrir otro abanico de posibilidades. Del mismo modo, ante el endurecimiento de su postura negociadora, surge la preocupación sobre el rumbo que tomarán las negociaciones que se desarrollan en Viena (Austria), en el intento de reanudar el acuerdo nuclear suspendido desde hace seis años, en 2015. A lo anterior se suma una amalgama de problemas y tensiones en la región, como la rivalidad con Arabia Saudita por el dominio regional y las diferencias religiosas, así como las provocaciones marítimas en el golfo Pérsico y el golfo de Omán, una guerra naval no declarada con Israel, que occidente le endilga a Teherán.

Por todo lo dicho se desconoce qué puede ocurrir con la llegada de este nuevo presidente ultraconservador, un jefe del poder judicial a quien Amnistía Internacional pide investigar “por crímenes contra la humanidad como asesinato, desaparición forzosa y tortura”. Tampoco se sabe cómo impactarán en occidente los cambios que propone en materia de política internacional, considerando que posee la mayoría del Parlamento y podrá impulsar leyes expeditas, para lograr importantes cambios en la política exterior e interior de Irán.

Publicada: 8 agosto, 2021. Disponible en https://724noticias.com.co/2021/08/08/la-incognita-del-nuevo-presidente-de-iran/ 

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