Tensiones por “AUKUS” en el Indo-Pacífico

 

Con el pacto estratégico de seguridad del pasado 15 de septiembre, Australia, Reino Unido y Estados Unidos buscan compartir tecnología de punta en materia de defensa. Sobre todo, cooperación en inteligencia artificial, tecnología cuántica y cibernética, instalaciones industriales y cadenas de suministro. Al mismo tiempo, la flota australiana se beneficiará con 8 submarinos de propulsión nuclear, una tecnología que Estados Unidos ha compartido únicamente con el Reino Unido, en 1958. Sin embargo, al amparo del acuerdo, Australia también podrá construirlos por primera vez.

Si bien los submarinos se desarrollarán con reactores nucleares, su sistema de armas no será nuclear sino convencional. No obstante, esta fuerza submarina constituye una capacidad relevante en términos del balance de poder naval en el Pacífico, toda vez que fortalece la disuasión de los aliados y sirve de preparación para enfrentar eventuales conflictos.

La alianza de las tres potencias denominada “AUKUS”, por el acrónimo en inglés de sus nombres (Australia-United Kingdom-United States), tiene como objetivo principal defender los intereses compartidos en la región Indo-Pacífico. Es decir, la zona biogeográfica de los mares de tierra conformada por las aguas tropicales del océano Índico, el océano Pacífico occidental y central, y el mar que conecta estos dos cuerpos de agua en el área general de Indonesia. 

Detrás del pacto, es evidente una estrategia encaminada a frenar el fortalecimiento militar y el avance tecnológico de China en dicha región. Así puede interpretarse tras el deterioro de sus relaciones con Australia y la creciente influencia del gobierno chino en los mares de Asia Pacífico, que incluyen edificaciones turísticas y militares construidas en terrenos que están en litigio con otros países. Además, se suman las grandes inversiones que viene realizando China en el Pacífico sur, cuyo objetivo final no es otro que el de sustituir a Estados Unidos como la potencia visible en la región y, así, acabar su primacía estratégica. 

Por otra parte, Francia ha salido mal librada con la nueva alianza, al caerse el negocio de unos 38 mil millones de euros, acordado con Australia y firmado en 2016, para construirle a la Armada 12 submarinos franceses de la clase oceánica Attack. De ahí la fuerte reacción del gobierno de Emmanuel Macron, con el llamado a consultas de sus embajadores en Australia y Estados Unidos, junto al rechazo del acuerdo trilateral y el malestar de la Unión Europea con Estados Unidos y el Reino Unido, por no haber sido informada previamente. Así mismo, el veto que Nueva Zelanda impondrá en sus aguas, a los futuros submarinos nucleares australianos, en el marco de su política antinuclear adoptada después de 1985. 

Como era de esperarse, Pekín no se quedó atrás y rechazó el pacto, aduciendo que “amenaza con dañar gravemente la paz regional” en tanto favorece que se intensifique la carrera armamentística. Aseveración poco probable, dado que la modernización de las fuerzas armadas de China se viene dando desde hace años. Por consiguiente, esta es la que realmente impulsa cualquier carrera armamentista y no la adquisición australiana de los submarinos nucleares. 

Del mismo modo, el embajador de China en Estados Unidos, criticó la “mentalidad obsoleta de guerra fría y prejuicios ideológicos”, argumentando que lesiona los propios intereses de los tres países del acuerdo y los intereses de terceros. En contra de lo anterior, lo cierto es que el fortalecimiento de las capacidades de defensa australianas son disuasivas y apuntan a contrarrestar la presencia militar China, en asocio con Estados Unidos y el Reino Unido, por lo que seguramente aumentarán las fricciones.

En últimas, lo que está en juego es el pulso entre China y Estados Unidos, en medio de sus crecientes tensiones. Por tanto, se infiere que el nuevo pacto forma parte del endurecimiento de la política desplegada por la administración Biden, en procura de contener el avance global chino y alcanzar uno de los objetivos de su presidencia. Esto es, unir a occidente y a los socios de Estados Unidos en Asia, para librar la batalla entre "autocracia y democracia", enarbolando la bandera de fomentar la paz y la estabilidad en el Indo-Pacífico.


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