Finlandia y Suecia rumbo a la Otan


Como se veía venir, la solicitud de ingreso de Finlandia y Suecia a la Alianza del Atlántico Norte, finalmente quedó formalizada el pasado miércoles 18 de mayo. Tras la invasión de Rusia a Ucrania y, fiel a la estrecha coordinación que mantienen entre sí, los dos países escandinavos oficializaron conjuntamente, pero de manera independiente, su interés de pertenecer a la Otan. Esta decisión es trascendental, dado que deja atrás un histórico legado de neutralidad que los había mantenido firmes en la decisión de no unirse al bloque defensivo y marca un nuevo derrotero, ante el temor que la agresión a Ucrania, iniciada el 24 de febrero, también pueda trasladarse a sus territorios. 

Dos días antes de radicarse la solicitud de membresía, el presidente Putin se pronunció en el sentido que Rusia no consideraba “una amenaza directa” la adhesión. Aún así, aseguró que de presentarse “la expansión de infraestructura militar hacia estos territorios, por supuesto, ciertamente va a generar una reacción como respuesta” y hará más difícil la situación internacional. Una postura similar a la adoptada por los portavoces rusos el mes pasado, quienes advirtieron a Finlandia y Suecia que de unirse a la Alianza, el Kremlin tomaría medidas para “reequilibrar la situación”, al mismo tiempo que prevenían sobre “consecuencias políticas y militares”

En contra de lo anterior, la administración Biden apoya sin restricciones el ingreso de los dos países y respalda sus candidaturas. Al respecto, la Casa Blanca ha sido enfática en que se trabajará mancomunadamente con Finlandia y Suecia para detectar eventuales amenazas a la seguridad común, en procura de “disuadir y responder a cualquier agresión o amenaza de agresión”. Entre tanto, Vladimir Putin, insiste en calificar la situación de problemática en torno al interés de Estados Unidos. En otras palabras, acusa a la Otan de servir como instrumento de política exterior estadounidense. 

Desde ya se visualiza una piedra en el zapato, la oposición manifiesta de Turquía a que los dos países nórdicos ingresen a la Alianza Transatlántica. Según Ankara, porque sus políticas permiten acoger a los militantes kurdos que son considerados terroristas. El problema radica en que los países miembros tienen el poder de veto, por consiguiente, para la entrada de los nuevos integrantes se requiere la aprobación de todos. Es decir, que la decisión sea unánime. Un obstáculo a sortear que, dadas las circunstancias actuales, seguramente se resolverá. No obstante, hay que esperar a que se abran las negociaciones y que los 30 aliados reúnan el consenso necesario para su admisión.

De hecho, las voces de los países que forman parte de la Otan se han venido levantando en favor de la protección y seguridad, tanto de Finlandia como de Suecia. Además de Estados Unidos, se destaca Alemania que se ha empeñado en intensificar la cooperación militar con los gobiernos finlandés y sueco. Del mismo modo, el secretario general de la Otan, Jens Stoltenberg, para quien no solo son oportunas las peticiones, sino también “un paso histórico”. Especialmente en un momento tan crítico, como el que se vive, para la seguridad de todos: países miembros y aliados. 

En efecto, pese a su histórico desalineamiento, Helsinki y Estocolmo son considerados los socios más cercanos a la Alianza, conservan valores compartidos y han mantenido un fuerte intercambio de inteligencia, sobre todo, desde que se inició la invasión rusa a Ucrania. Es más, todos los países miembros saben que su ingreso es importante para la expansión de la Otan y el fortalecimiento de sus capacidades militares terrestres, navales y aéreas. De aquí que, sin lugar a duda, incrementará los niveles de seguridad compartida de la Alianza defensiva y redundará en la protección de Europa y sus aliados. Por todo lo dicho, en buena hora, su entrada es necesaria y probablemente inminente. 




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