Presidenciales de Colombia, una democracia en peligro

 


“La diferencia entre una democracia y una dictadura, consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes” (Charles Bukowski).

Las elecciones presidenciales de hoy, en segunda vuelta, serán cruciales para el devenir democrático de Colombia. Por consiguiente, es imperioso asistir a las urnas y votar, pensando que el bien más preciado de los colombianos es su libertad y la democracia. No entenderlo así, es rendirse a los cantos de sirena de la amenaza populista de la izquierda radical que se cierne sobre la nación.

De ahí la necesidad de elegir bien, entre los candidatos Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, porque después no habrá  tiempo de lamentarse ni mucho menos para llorar, sino de sufrir y luchar para recobrar lo perdido. Hoy está en juego el modelo político y económico existente, lo que implica acertar en la decisión para no caer en una situación similar a la que se vive en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Al respecto, conviene tener muy presente que el problema de los Estados democráticos se agrava cuando los gobernantes populistas, autoritarios y dictatoriales se adueñan del poder. Sobre todo, con las fuerzas armadas incluidas, dado que ellas son el fiel de la balanza del sistema democrático y, por ende, las responsables de resguardar la Constitución, las libertades, las instituciones y lograr su restauración cuando han sido quebrantadas. 

No obstante, si las fuerzas armadas no actúan oportuna y legítimamente, a partir del momento que se vulnera la Constitución Política y se acomodan las leyes, la vía posterior del pueblo sin armas, es prácticamente fallida e inocua. Más aún, si la institución armada fracasa en su intento o es cooptada por el gobierno dictatorial y queda a su servicio, porque generalmente sobreviene la pérdida de la cohesión interna política y social, acarreando que las fuerzas opositoras queden inermes e incapaces para alcanzar soluciones por sí solas.

Es por ello que al llegar a tal instancia, no basta la solidaridad y el apoyo de la comunidad internacional. En efecto, no pasa de ser una solución diplomática dilatoria y prácticamente inútil, toda vez que generalmente termina en la prolongación del problema que se padece. Al fin y al cabo, los países poderosos solo hacen coaliciones y alianzas con acciones militares de fuerza, cuando perciben o sienten que corre peligro su seguridad e intereses nacionales, principalmente los económicos y territoriales.

Así se desprende de la situación existente en Cuba, desde 1959, con los Castro y Díaz Canel; también en Venezuela, a partir de 1999, con Chávez y Maduro; y en Nicaragua, desde 2007, con Daniel Ortega. Dictaduras que, además de tener postrados en la ignominia, pobreza y desesperanza a sus pueblos, afectan la estabilidad democrática del hemisferio.

Lo anterior, no es ajeno a los intereses de Estados Unidos. Así se ratifica en su National Security Strategy de 2017, en la que dichos regímenes son considerados como una amenaza, no solo por la situación interna, sino también por su estrecha cercanía con Rusia y China, actores retadores del poder hegemónico estadounidense. Por ello es claro que si la primera potencia mundial no mantiene relaciones importantes y cada vez más profundas, con países clave de la región, los regímenes dictatoriales del hemisferio se perpetuarán y proliferarán. 

Al mismo tiempo, aumentará el poder de las organizaciones criminales y se ampliará la influencia maligna de las fuerzas extrarregionales. Mientras tanto, ante esta cruda realidad, se ahondarán la incertidumbre y la zozobra de los cubanos, venezolanos y nicaragüenses, sin saber hasta cuándo perdurarán los regímenes dictatoriales y autoritarios que los oprimen.  

Por todo lo dicho, ese es el inmenso riesgo que se corre hoy en las urnas. Si los colombianos deciden dar el salto al vacío en esta jornada electoral, no quedará otro camino que el de comenzar la lucha incansable por resolver aquello que en este día solo requiere la sensatez y cordura al momento de votar. El voto en blanco es respetable pero hoy no contabiliza ni decide, de manera que el futuro de Colombia lo decidirá quienes voten por uno u otro candidato, para bien o para mal. 

Durante la sucia campaña electoral realizada por el “Pacto Histórico”, evidenciada con los “Petrovideos", quedó al descubierto que el senador Gustavo Petro personifica el mesianismo, la constante polarizante y constituye un salto al vacío sin paracaídas. El ingeniero Rodolfo Hernández, con sus virtudes y defectos, no genera mayor resistencia entre los electores ni representa una amenaza para la democracia y las libertades de los colombianos. Así que con el ingeniero no existe el riesgo de caer en un Estado dictatorial y autoritario, como lo son Cuba, Venezuela y Nicaragua.

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