Liderazgo político: líder, caudillo o estadista


                                    "Un político se transforma en estadista cuando piensa más en la próxima generación que en la próxima elección" (Winston  Churchill, 1874-1965).

En el complejo mundo de la política contemporánea, la figura del presidente gobernante es objeto de un escrutinio constante y una atención sin precedentes. Esta figura, independientemente de la denominación de su liderazgo, desempeña un papel fundamental en la configuración del destino de una nación y su impacto se extiende mucho más allá de las fronteras de su país.

De ahí que en este artículo se exploran las distintas facetas del rol presidencial, examinando cómo un presidente puede encarnar características de líder, caudillo o estadista, y cómo estas cualidades se manifiestan en su liderazgo político. Posteriormente, se hacen algunos comentarios finales y se invita a reflexionar sobre el devenir colombiano y latinoamericano. Por último, las conclusiones de rigor.

En este orden de ideas, el líder es fuente de inspiración y orientación. Un presidente que se erige como líder es aquel que tiene la capacidad de inspirar a su pueblo, motivarlo y conducirlo hacia un futuro mejor. Este tipo de líder no solo es visionario, sino también influyente, empático y carismático, cuya habilidad para comunicarse de manera efectiva con la población, transmitiendo unidad y confianza, es indispensable para su éxito.

En palabras de Weber (Trad. 2002), un líder es el responsable de guiar a otros por el camino correcto con el propósito de alcanzar objetivos específicos y/o metas compartidas. De aquí que el liderazgo del presidente sea imprescindible para la sociedad, especialmente en tiempos de crisis donde surge la necesidad de un liderazgo renovado, centrado en que el líder actúe como tal y no como un simple gestor. 

Un ejemplo contemporáneo de un presidente líder es Jacinda Ardern, ex Primera Ministra de Nueva Zelanda (2017-2023). Ardern, fue elogiada por su manera ejemplar en el manejo de las crisis, su empatía hacia su pueblo y extraordinaria capacidad para unir a la nación en momentos de adversidad. Así lo demostró tras los ataques terroristas en las mezquitas de Christchurch, en marzo de 2019, y durante la pandemia de Covid-19.

Por su parte, el caudillo se caracteriza por su firmeza y carisma personal. En contraste con el líder, el caudillo es aquel presidente que ejerce un poder autoritario y centralizado. Su carisma y capacidad para imponer su voluntad sobre la población, son rasgos característicos de este tipo de líder. A menudo, busca consolidar su propio poder y perpetuarse en el cargo, priorizando su interés personal sobre el bienestar de la nación. 

Un presidente puede ser identificado como un caudillo si ejerce un poder autocrático basado en lo anterior, manteniendo un control absoluto sobre el gobierno y limitando la participación democrática. Incluso, el caudillo suele ser egoísta, no fomenta el desarrollo de nuevos líderes, tiende a prevalecer sobre las instituciones y a imponer su voluntad por encima de las leyes, la oposición y persiguiendo a los disidentes (Castro, 2007).

Un ejemplo de un presidente caudillo populista posmoderno es Hugo Chávez, quien con un estilo de liderazgo carismático y autoritario, dominó la política venezolana durante más de una década. Con la bonanza petrolera, concentró un poder considerable, polarizó al extremo a la sociedad venezolana y fue el artífice principal de la profunda crisis política, económica, social e institucional en que se encuentra sumida Venezuela.

Para prevenir el caudillismo en la política, es necesario fortalecer las instituciones democráticas, promover la participación ciudadana y garantizar la separación de poderes concebida en la teoría política de Montesquieu (Trad. 2012): Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Así mismo, fomentar una cultura política cimentada en el respeto a la ley y a los derechos humanos, así como en la rendición de cuentas y transparencia en la gestión pública.

Además, la educación cívica y la promoción de una prensa libre, independiente y plural, son herramientas clave para empoderar a la ciudadanía y evitar la concentración excesiva de poder en manos de un líder carismático o autoritario. Al mismo tiempo, impulsar la profesionalización y autonomía de las Fuerzas Armadas y de seguridad, para que no se vean tentadas a la politización o respaldar a líderes con tendencias caudillistas.

Finalmente, el estadista es un gobernante “con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado” (RAE, 2024), cuyos atributos encuadran en una visión de largo plazo y la diplomacia. Es aquel presidente que adopta una perspectiva con un horizonte temporal extendido y se centra en el interés nacional en un contexto global. Este tipo de líder político es hábil en la diplomacia internacional, promoviendo la cooperación y el entendimiento entre naciones. 

El estadista se caracteriza por la prudencia, la sabiduría y la capacidad de tomar decisiones difíciles, basadas en el interés público a largo plazo, en vez de intereses políticos a corto plazo. Por consiguiente, es el gran político que posee una visión amplia y comprensiva del Estado y sus funciones, destacándose por su agudeza intelectual, intuición y habilidad, para impactar en beneficio de la sociedad y la nación en su conjunto (Ortega y Gasset, 1966). 

Un ejemplo emblemático de un presidente estadista es Nelson Mandela de Sudáfrica. Mandela fue reconocido mundialmente por su liderazgo visionario y su compromiso con la reconciliación nacional en un momento decisivo para la historia de Sudáfrica. Su enfoque en la justicia, la igualdad y la paz, lo convirtieron en un símbolo de unidad nacional, esperanza y progreso no solo para su país, sino también para el mundo entero.

Por todo lo dicho, los presidentes deberían ser conscientes de los desafíos antes de asumir el cargo y trabajar para solucionarlos, dejando de atribuir responsabilidad a sus predecesores o a circunstancias de diferente índole. Más aún, cuando se ejerce la primera magistratura de un país como Colombia, inmerso desde 1964, en una guerra fratricida que se acrecienta con el narcotráfico y la multicriminalidad reinante. 

La práctica de culpar a las administraciones anteriores por los problemas pasados o actuales, en lugar de gestionarlos con efectividad mediante acciones proactivas y propositivas, crean zozobra e incertidumbre entre seguidores y opositores, pero sobre todo constituye una salida facilista y mediocre. De hecho, un presidente se hace elegir para simbolizar la unidad nacional, gobernar y resolver los problemas.

Es decir, sin eludir la responsabilidad que le compete, con pretextos, excusas o lo que es peor, buscando responsables donde no los hay. Así las cosas, en el contexto colombiano y de América Latina, vale la pena reflexionar sobre los tres conceptos explorados en materia de liderazgo político, frente a las ejecutorias del actual presidente de Colombia y los demás gobernantes de la región. 

En conclusión, la figura del presidente gobernante puede adoptar diversas formas y manifestaciones, desde el líder inspirador hasta el caudillo autoritario y el estadista visionario. Si bien cada uno de estos roles tiene sus propias características distintivas, es importante reconocer que el éxito de un presidente radica en su capacidad para equilibrar estas cualidades, adaptándose a las demandas y desafíos de su tiempo.

En última instancia, el legado de un presidente será juzgado por su impacto en la vida de su pueblo y su contribución al bienestar de la humanidad. No obstante, el tiempo es el juez implacable de la historia, porque pese a las interpretaciones y justificaciones del presente, la perspectiva histórica imparcial es la que revelará su verdadera naturaleza y consecuencias. Por tanto, lo deseable es que estas no sean dañinas e irreversibles.

Referencias

Castro, P. (2007). El caudillismo en América Latina, ayer y hoy. Política y Cultura, (27), 9-29. https://www.redalyc.org/pdf/267/26702702.pdf

Montesquieu. (2012). El espíritu de las leyes (Trad. F. Cardona). Ediciones Brontes. (Trabajo original publicado en 1748).

Ortega y Gasset, J. (1966). Mirabeau o el político. En Revista de Occidente (Eds.), Obras completas, (6a. Ed., Tomo III, pp. 601-637). Ediciones Castilla. https://marcosfabionuva.files.wordpress.com/2011/08/obras-completas-de-ortega-y-gasset-tomo-3-espanhol.pdf

Real Academia Española [RAE]. (2024). Estadista. En Diccionario de la lengua española. Recuperado el 14 de febrero de 2024, de https://dle.rae.es/estadista?m=form

Weber, M. (2002). Economía y sociedad. (Trad. J. Medina., J. Roura., E. Ímaz., E. García., y J. Ferrater). Fondo de Cultura Económica de España. (Trabajo original publicado en 1922).


Publicado: marzo de 2024. https://cga.org.co/liderazgo-politicolider-caudillo-o-estadista/

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