¿De las protestas hacia una transición democrática en Cuba?

 

Las recientes manifestaciones en Cuba, realizadas entre el 11 y 17 de julio contra el régimen de Miguel Díaz-Canel, se constituyeron en las protestas más multitudinarias desde el “Maleconazo” de 1994, con los gritos de “tenemos hambre”, “libertad” y “abajo la dictadura” de miles de cubanos que se volcaron a las calles. No obstante, más allá de la esperanza de cambios en el sistema político, la tímida solidaridad de la comunidad internacional y la precaria respuesta de los organismos de derechos humanos, prácticamente no ha pasado nada. Y como siempre, el caballito de batalla del gobierno cubano no es otro que el de  acusar a Estados Unidos y al embargo económico estadounidense contra la isla, de ser los promotores y auspiciadores de los desórdenes, a más de negar que se haya presentado un estallido social.  

Tras cumplirse un mes de aquellas protestas mayoritariamente pacíficas, calificadas por la dictadura cubana de “contrarrevolucionarias”, el balance deja varios muertos, decenas de heridos y más de 800 cubanos presos. Además, la muerte de seis generales, por razones no establecidas, pertenecientes a la generación histórica de Fidel Castro. Así mismo, la autorización del Consejo de Estado, el pasado viernes 6 de agosto, a la propiedad privada y el comercio para las Micro, Pequeñas y Medianas empresas, en la controlada economía cubana.

Sin embargo, las causas desencadenantes de las protestas y el desespero se mantiene latente, en una gran parte de la población, debido a la crisis económica, la represión y la violencia policial, las limitaciones a la libertad de expresión y de reunión, el racionamiento de alimentos y medicamentos, así como las condiciones de salud deprimentes, agravadas por la crisis sanitaria de la pandemia de Covid-19. Para hacer más crítica esta realidad, ante los testimonios de maltratos y abusos sobre los presos dejados en libertad, el dolor y la incertidumbre se acrecienta entre las familias de los detenidos, por la ausencia de información sobre su encarcelamiento. Aún más, las restricciones y censura al acceso a internet, los  mensajes y redes sociales, contribuyen a la incomunicación.

Lo sucedido en Cuba demuestra, de manera similar a la experiencia de Europa central y oriental, con la caída del muro de Berlín (1989) y la extinta Unión Soviética, con su disolución (1991), que la gran diferencia existente frente a las libertades tanto políticas como personales y a las condiciones de vida entre las sociedades democráticas y sus propios países, se ha vuelto cada vez más visible para los ciudadanos. Esto, pese a los rigurosos controles establecidos por este tipo de regímenes para restringir la información, al mismo tiempo que reprimen las expresiones de descontento y los pedidos de libertad.

Del mismo modo, pone de manifiesto la ausencia de voluntad política del régimen cubano para hacer reformas estructurales al sistema, por cuanto sus prioridades se expresan en otros ordenes y latitudes. Al respecto, lo primordial es conservar y sostener el sistema dictatorial imperante, impulsando mejoras económicas y buscando un acercamiento con los Estados Unidos, como lo ha intentado y se ha dado en varias ocasiones.

Lo anterior permite evidenciar que, a corto y mediano plazo, no es posible esperar que en Cuba se considere una transición y sobrevenga un cambio en su sistema político, sin que  ocurra una ruptura al interior de la élite que gobierna o se produzca una gran presión social y de otros grupos al margen de la élite, capaces de generar el cambio. Por consiguiente, ante la imposibilidad que se logren los dos factores clave sugeridos es necesario que, en el largo plazo, se cumplan las siguientes cinco condiciones para intentar llegar a una transición a la democracia: 

La primera, antes que una transición política, debe existir una transición económica gradual. Esto significa que la relación de Cuba con los Estados Unidos es una variable estratégica que gravita positiva o negativamente, porque el hecho de vivir a 90 millas de la única superpotencia del mundo influye de una u otra manera en el futuro de la Isla. Entonces, cualquier tipo de acuerdo al que se pueda llegar, va a determinar la situación interna de Cuba y contribuirá a su reactivación económica.

Como segunda condición, la apertura a la productividad interna del país, extendida a la conformación de sectores agrícolas, empresariales, comerciantes e industriales con la implantación de fábricas en los diferentes renglones económicos, no solo contribuirá a la reactivación de la economía, sino que también creará los intereses necesarios para que estos grupos busquen la posibilidad de tener participación política.

La tercera, que el Estado le brinde la posibilidad a la ciudadanía de participar y organizarse políticamente. Esto implica que haya dentro de un sector político de la élite, la voluntad de liberalizar el Estado. 

En pocas palabras, que ese sector reformista determine que el futuro de Cuba realmente debe ser una sociedad más abierta y ampliamente definida, con posibilidades de participar dentro del Estado en el proceso político. Para ello, serán indispensables las reformas en el sistema político y electoral, que permita la creación de partidos políticos como alternativas distintas al Partido Comunista de Cuba. Es decir, pluralidad política.  

Como cuarta condición esencial, para su consolidación económica, es menester que haya una renormalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. De ahí que implica retomar el proceso iniciado con Obama en 2014 y congelado por Trump en 2017, con el fin de restablecer sus relaciones diplomáticas y comerciales, para finalmente favorecer el levantamiento del bloqueo económico y financiero estadounidense que pesa sobre la isla. 

Por último, propiciar la apertura de espacios independientes y autónomos, que permitan crear el ambiente necesario para ejercer la presión social desde la base poblacional. Si bien existe una ciudadanía educada y con cierto nivel de conocimiento del mundo, las oportunidades para crear esos espacios son muy reducidas o nulas. 

Así las cosas, queda mucha tela por cortar y un largo trecho por recorrer. Mientras tanto, el directo afectado sigue siendo el pueblo cubano que continúa debatiéndose entre la zozobra, la ilusión y la frustración, con la perplejidad cotidiana de tener que reunirse en las esquinas para ver qué inventan y qué resuelven. Inventar y resolver, son dos verbos que entrañan el significado de sobrevivir y se incorporaron a la jerga cubana, después del primero de enero de 1959, cuando se instauró la revolución de los hermanos Castro en la isla caribeña. 

¿Cuántos años más? Incierto, pero con el agravante de la afectación regional, porque no hay que pecar de ingenuos, ni tampoco es un secreto que muchos de los males del hemisferio occidental provienen de Cuba. Para la muestra un botón, la solución de la tragedia que vive Venezuela y su población desde 1999, depende de lo que pueda suceder con el régimen dictatorial cubano entronizado en el poder hace más de 60 años. 

Publicada: 15 agosto, 2021. Disponible en https://724noticias.com.co/2021/08/15/50086/

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