El valor estratégico del pequeño estrecho de Ormuz


El más reciente incidente entre Irán y Estados Unidos se anunció el pasado miércoles 3 de noviembre, cuando la república islámica acusó al gobierno estadounidense de intentar interceptar un carguero de bandera vietnamita en el golfo de Omán. Teherán calificó este acto de “piratería” y aseveró que su objetivo no era otro que el de robar el crudo iraní que transportaba, sindicaciones que fueron rechazadas por la diplomacia de Washington, mientras Teherán se ufanaba de haber impedido la captura del petrolero la semana anterior. 

El trasfondo de esa discusión tiene de por medio las gestiones y esfuerzos diplomáticos para reactivar el acuerdo nuclear de Irán, suspendido con las potencias mundiales en 2018, lo que pondría fin a las sanciones financieras de Estados Unidos contra el régimen iraní y, por ende, a la afectación de su sector petrolero. Un tire y afloje, enmarcado por la enésima acusación a Estados Unidos como resultado de las frecuentes tensiones en el mar Arábigo, que se encierra en los golfos Pérsico y de Omán, unidos por el estrecho de Ormuz, uno de los pasos más estratégicos e importantes del mundo.

El valor estratégico del estrecho de Ormuz está en que conecta a los países productores de petróleo de medio oriente, con los mercados clave en Asia Pacífico, Europa y América del Norte. En otras palabras, aquellos mercados que ofrecen seguridad, confianza y oportunidades comerciales. De un lado, tenemos a los Estados árabes con varios aliados de Estados Unidos en la región, entre ellos Arabia Saudí e Israel; y, por el otro, a Irán con Irak, Líbano, Rusia y China, principalmente. Cabe destacar que el canal separa a Omán de Irán, en su lugar más angosto, por tan solo 33 km y tiene dos vías marítimas de apenas 3 km. No obstante, el estrecho posee la suficiente profundidad para permitir el paso de los barcos petroleros más grandes del planeta, a lo largo de sus 160 kilómetros. 

En 2020, casi la tercera parte de todas las exportaciones del mundo transitaron por este pequeño estrecho. Es decir, 12.75 millones de barriles de petróleo por día frente al total de 37.75 millones de barriles diarios globales, según cifras de Vortexa, empresa especializada en inteligencia sobre mercado energético. Pese a la caída de las exportaciones en los últimos años, empeorada por la pandemia de la Covid-19, al hacer una comparación frente a los 9.2 millones de barriles que pasaron por el estrecho de Malaca o los casi 2 millones que cruzaron diariamente por el canal de Suez, se constata que el estrecho de Ormuz es el paso más importante para la producción petrolera mundial. 

Además, es la ruta principal para las exportaciones petroleras de Irán, lo que le genera un gran problema a la economía iraní, toda vez que el petróleo representa aproximadamente dos tercios de las exportaciones del país, las cuales ascendieron a 55 mil millones de dólares en 2020. 

De ahí que Irán rechaza cualquier tipo de restricciones a su petróleo y, aún más, reiteradamente amenaza con bloquear el estrecho, en caso que Estados Unidos o sus aliados intenten detener sus  exportaciones de petróleo, con lo que tampoco permitiría que ningún otro país del golfo pueda exportarlo. Por tanto, es un as bajo la manga que el régimen iraní tiene, para ser utilizado como disuasión. Al respecto, basta recordar que Irán e Irak, en los años 80, intentaron bloquearse mutuamente el acceso al comercio mundial en el golfo Pérsico. A esta grave crisis se le llamó la guerra de los petroleros y dejó un saldo cercano a 240 barcos atacados, de los cuales cerca de 55 fueron hundidos. 

Por consiguiente, un eventual bloqueo del estrecho de Ormuz por parte de Irán podría implicar un despliegue militar en la zona, dado que se puede realizar con minas, submarinos, misiles, lanchas de ataque y hasta con un atentado terrorista. También, porque iría en detrimento de la estabilidad en las rutas petroleras que acarrearía  una subida abrupta en los precios del petróleo a nivel mundial, con la consecuente afectación a toda la industria dependiente del crudo. 

Para la muestra un botón, el 70% del precio de la gasolina depende del precio del petróleo y, lo más seguro, la comunidad internacional podría interpretar el bloqueo como un acto de guerra. Es por ello que tanto Irán como Estados Unidos han insistido, en repetidas ocasiones, que dicho escenario no es conveniente y se debe evitar. En efecto, las tensiones en el golfo de Omán y los incidentes navales van a seguir ocurriendo, pero a nadie le interesaría ni le convendría entrar en una gran confrontación abierta en la región.  

De hecho, la posición del gobierno iraní se ha mantenido en que “la República Islámica no iniciará ninguna guerra en la región, ni siquiera con Estados Unidos, pero si la guerra comienza con Irán, daremos una respuesta decisiva”. En todo caso, más allá de las palabras y el discurso retórico, si se llegara a dar el conflicto, sus consecuencias serían de extrema gravedad con impredecibles repercusiones, pudiendo escalar a un punto de no retorno. 

Por lo pronto, la prioridad es la reactivación del acuerdo nuclear, para lo cual se espera que Teherán cumpla su promesa de sentarse en la mesa de negociación en Viena, a finales de este mes. Al fin y al cabo, probablemente es el único asunto en común dentro de las agendas de Estados Unidos e Irán.


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