Primero Cuba, luego Venezuela y Nicaragua ¿ahora Colombia?

 

El problema de los Estados democráticos se agrava cuando los gobernantes populistas, autoritarios y dictatoriales de corte socialista, se adueñan del poder con las Fuerzas Armadas incluidas. Ellas son el fiel de la balanza en las democracias, por tanto, las responsables de defender la Constitución, las libertades y las instituciones, hasta lograr su restauración cuando han sido quebrantadas. Si a partir del momento que se vulnera la Constitución Política y se acomodan las leyes, las Fuerzas Armadas no actúan oportuna y legítimamente, la vía posterior del pueblo sin armas, es prácticamente fallida e inocua. 

Mucho peor, si las Fuerzas Armadas fracasan en su intento o terminan siendo cooptadas por el gobierno de turno, quedando al servicio del régimen instaurado. Más aún, si se pierde la cohesión interna política y social, como en efecto suele suceder, lo que conlleva a que las fuerzas opositoras queden inermes y resulten incapaces para alcanzar soluciones por sí solas. 

Por consiguiente, la repetida alternativa del apoyo de la comunidad internacional se convierte en una solución diplomática dilatoria y, en la mayoría de los casos, muy poco útil, toda vez que más allá de su solidaridad, termina en lo que generalmente observamos, la dilatación y prolongación del problema en el país que lo padece. Al fin de cuentas, los países poderosos solo hacen coaliciones y alianzas con acciones militares de fuerza, cuando perciben o sienten que corre peligro su seguridad e intereses nacionales, principalmente los económicos y territoriales. 

En particular, la situación reinante desde 1959 en Cuba, con los Castro y Díaz Canel, al igual que en Venezuela, con Chávez y Maduro desde 1999 y, en Nicaragua, desde 2007 con Daniel Ortega, además de tener postrados en la ignominia y la pobreza a sus respectivos pueblos, constituyen una amenaza latente para la estabilidad del hemisferio. Por ende, también afecta los intereses de Estados Unidos y en grado superlativo. Tanto, que en su National Security Strategy (NSS) de 2017, dichos regímenes se identifican como una amenaza. No solo por su situación interna, sino también por el respaldo que reciben de China y Rusia, actores reconocidos en este documento como retadores hegemónicos de EE.UU.

De ahí que si la primera potencia mundial no mantiene relaciones importantes y cada vez más profundas con países clave de la región, los regímenes dictatoriales del hemisferio seguirán perpetuándose, al mismo tiempo que aumentará el poder de las organizaciones criminales y se ampliará la influencia maligna de las fuerzas no hemisféricas. Por tanto, se tendrá que hacer algo, so pena que continúe creciendo la magnitud del problema.

La incógnita es ¿hasta cuándo? Lamentablemente, ante la cruda realidad, la incertidumbre y la zozobra de los cubanos, venezolanos y nicaragüenses se ahondan. En este punto, a veces, pareciera que el único camino es aferrarse con fe ciega a un viejo y sabio aforismo: “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. 

¿Qué hacer? Ineluctable, seguir en la lucha incansable de soluciones viables. No perder la esperanza y trabajar denodadamente en la cohesión política y social, para ejercer la suficiente presión interna, acompañada de la imperiosa y decidida presión internacional, hasta lograr la restauración de la democracia con sus libertades e instituciones perdidas. Eso sí, con muchas acciones concretas y menos retórica. Al final del túnel, siempre aparece la luz que ilumina el camino. 

A manera de Corolario, para Colombia, las próximas elecciones al Congreso de la república del 15 de marzo y las presidenciales del 29 de mayo, serán cruciales para el devenir democrático de la nación. Hay demasiado en juego, comenzando por el modelo político y económico existente, lo que implica decidir bien para no caer en una situación similar a la que se vive en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Para ello, es importante informarse racionalmente de lo necesario, con el fin de obtener los elementos de juicio suficientes que permitan ejercer un buen criterio, al momento de elegir y votar por uno u otro candidato. 

Se evidencia que para ganar adeptos y votos, el común denominador en esta campaña electoral es la de enarbolar la bandera de la corrupción, especialmente por parte de los candidatos populistas. De hecho, la corrupción es una lacra que campea en el mundo desde tiempos inmemoriales y, por eso, hay que persistir sin desistir y no cejar en el empeño de combatirla frontalmente. 

Pero, por encima de todo, siempre tener presente que el bien más preciado de los colombianos es su libertad y, desde luego, la democracia. Hacer caso omiso a esta incontrovertible verdad, no es más que echarse la soga al cuello, rindiéndose a los cantos de sirena de la amenaza populista autoritaria de la izquierda radical que se cierne sobre Colombia. Es así que desde ya, ojos abiertos y oídos despiertos para elegir bien, porque después no habrá tiempo de lamentarse ni mucho menos para llorar, sino de sufrir y comenzar a luchar. 

Publicada: 6 febrero, 2022. Disponible en https://724noticias.com.co/2022/02/06/primero-cuba-luego-venezuela-y-nicaragua-ahora-colombia/

Comentarios

  1. Excelente análisis, una alerta para Colombia , somos la joya dela corona . Difundiendo .
    O.H.M.L

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