Invasión a Ucrania: el alto costo económico para Rusia


La guerra que se libra en Ucrania desde el pasado 24 de febrero cumplió un mes y, en contra de los planes del Kremlin, el objetivo de una invasión rápida no se cumplió. Aunque la propaganda Rusa lo ha querido hacer creer, Ucrania no comenzó esta guerra, tampoco los nacionalistas ni mucho menos los nazis, partiendo del hecho que el presidente Volodymyr Zelensky es judío. Por tanto, es una narrativa de Putin y su gobierno para justificar internamente que es la guerra del pueblo ruso, una guerra ilegítima donde las vidas y el futuro de los involucrados están siendo sacrificadas, pese al sin sentido de la agresión y la condena internacional del mundo libre. Como todas las guerras, se sabe cuándo comenzó la invasión rusa pero no cuándo y cómo terminará. 

Lo cierto es que una empresa de tal magnitud, implica para Rusia un desgaste prolongado, pese a la gran ventaja numérica en hombres, armamento y equipo.  Esto se sustenta en la moral combativa demostrada y la lucha de los ucranianos por la supervivencia del país, la identidad nacional que se fortalece, el liderazgo unificado gobierno-fuerzas armadas-pueblo, la disciplina táctica y el empleo metódico de los medios militares disponibles, acompañados de una exitosa campaña informativa sobre el desarrollo de la guerra para el resto del mundo. Una guerra de la información traducida en factor multiplicador del poder de combate interno y una enorme ventaja externa.

Del mismo modo, la guerra supone para Rusia el comprometimiento de ingentes recursos económicos para alcanzar los objetivos propuestos. Concretamente, tomar a Ucrania por la fuerza bajo el dominio ruso, obtener la renuncia o derrocar al presidente y la instauración de un régimen prorruso, con el objetivo político final de lograr la reconstrucción histórica de la gran Rusia, formada por esta, Ucrania y Bielorrusia. Sin embargo, ¿a qué costo económico frente a la resiliencia de la defensa ucraniana y la determinación de occidente subestimada? 

No obstante que Rusia ha buscado proteger su economía desde 2014, recortando su presupuesto y acumulando grandes reservas de divisas y oro que superan los 630 mil millones de dólares, las sanciones desplegadas por occidente comienzan a surtir efecto en el propósito de asfixiar la economía rusa. Así lo demuestra el aislamiento de los mercados internacionales que la tiene al borde del inminente default o cesación de pagos advertido por la agencia de calificación crediticia Fitch Ratings, sumado a la imposibilidad de enviar o recibir transferencias internacionales por el sistema global Swift y la paralización del banco central de Rusia encargado de apoyar la economía, gestionar la deuda pública y los fondos de pensiones.

También la afectación a otros bancos públicos y privados, el bloqueo de Estados Unidos y Reino Unido al gas ruso, la salida de empresas comerciales occidentales, la suspensión de las franquicias American Express, Visa y MasterCard en Rusia, junto al cerco que se estrecha sobre las finanzas de los poderosos oligarcas y senadores rusos, entre otras medidas. Está claro que las presiones y sanciones impuestas impactan la economía rusa, tanto que el rublo se ha devaluado en más del 40% (Goldman Sacks), las tasas de interés se han duplicado y Oxford Economics estima una caída de 6% del PIB en 2022.

Por ello es claro que Rusia ha quedado fuera del sistema internacional utilizado para intercambiar bienes y servicios, por lo que es de esperarse que la producción del petróleo, el gas y la industria en general, comience a decaer y hasta detenerse debido la dependencia de los bienes e insumos importados. En consecuencia, vendrán los despidos de trabajadores, el desempleo aumentará exponencialmente y la inflación se disparará. Aun con todo, la efectividad de las sanciones económicas y financieras dependerá de que tan lejos quiera llegar Occidente, a costa de sufrir inevitables consecuencias que, en el largo plazo, nos afectará a todos. De ahí que la guerra no parará en Ucrania, al igual que no se han surtido los cambios políticos en Corea del Norte e Irán, regímenes autoritarios donde dichas sanciones han sido insuficientes y poco efectivas.

China es otra variable de la ecuación, en la medida que no quiere un Putin debilitado ni un occidente fortalecido, de manera que la guerra en Ucrania enfrenta las democracias con los regímenes autócratas del planeta. Es así que China se constituye en el tanque de oxígeno para la resentida economía rusa, a través de  la compra de más petróleo, máxime si en 2021 las exportaciones de Rusia al mercado chino solo alcanzaron el 20%. 

En dicho sentido China es clave, toda vez que si bien Putin ha tratado de construir un sistema financiero alternativo para contrarrestar el aislacionismo internacional, tras la decisión de invadir a Ucrania, su vulnerabilidad “radica en que tiene una red muy delgada extendida por todo el mundo”, según ha sostenido Rebeca Harding, directora de Coriolis Technologies. 

A lo anterior se agrega que la prolongación de la campaña rusa entraña un negocio costoso, debido al gasto militar diario y a que no se tiene la logística adecuada como se evidencia en la inmensa cantidad de vehículos y equipamientos rusos fuera de servicio. Es por eso que Putin le estaría apostando al bloqueo de las líneas de comunicación logísticas en las ciudades de Mariúpol, Járkiv y Kiev, para sitiarlas e impedir el suministro de víveres y cortar los servicios públicos esenciales de agua, gas y electricidad para sus pobladores,  tal como hicieron los nacionalistas serbios en su guerra contra Bosnia (1992-1995). Una crueldad que al final podrá darle a los ucranianos, la misma que “le dieron a la nación bosnia una narrativa fundamental de resistencia, sufrimiento y lucha heroica” (Allan Little, 2022). 


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